La trampa de ser el mejor: Lo que quizá te has perdido de “UniverXO Dabiz”
Hace unos días vi el documental UniverXO Dabiz que acaba de estrenarse en Netflix. Se centra en un momento clave de la vida de David Muñoz, uno de los mejores chefs del mundo, en el que está decidiendo si mantiene abierto su buque insignia DiverXO o si por el contrario, ha llegado el momento de renunciar a él y cerrarlo.
Me ha llamado muchísimo la atención que en las redes sociales, la mayoría de comentarios sobre el documental ensalzan su excelencia, su obsesión por la perfección y su resiliencia casi sobrehumana. Parece que nos hemos acostumbrado a admirar a quien lo da todo, pasando por alto el desgaste que su cuerpo y mente —y hasta las personas de su entorno— padecen.
El episodio 3 se titula precisamente “¿Y tanto esfuerzo, pa qué?”, una pregunta que David repite varias veces, pero que me da la sensación que nadie escucha realmente. ¿Nos hemos desensibilizado tanto como sociedad que ya no empatizamos con el sufrimiento de alguien simplemente porque sigue siendo una fuente de inspiración para nosotros, simples mortales?
Mientras lo veía, no pude evitar pensar en los emprendedores y que también experimentan la tensión entre alcanzar metas ambiciosas y gestionar el desgaste interno que esto conlleva.
Al ver cómo David Muñoz se entrega en cuerpo y alma para mantener DiverXO a la vanguardia, me vino a la mente el concepto de “insecure overachiever” (¿”triunfador inseguro” sería en español?): alguien que, a pesar de sus logros, vive impulsado por la inseguridad de sentir que nunca es suficiente. Como fundador o líder de un proyecto, puede que te resulte familiar esa voz interior que te empuja a lograr siempre más y que te recuerda que, sin esa presión constante, quizá no obtendrías los resultados que esperas, o que otros esperan de ti.
Como te decía el documental muestra a David planteándose cerrar DiverXO por la enorme exigencia que conlleva, pero su entorno —equipo, psicóloga, pareja— le advierte de las consecuencias. Al final, el peso de la marca y del reconocimiento lo arrastra a continuar a un ritmo frenético.
Lo interesante es que, aunque él mismo parece pedir ayuda para soltar una parte de su identidad, todo su ecosistema refuerza la idea de que debe mantenerse en el máximo nivel.
Esa “jaula dorada” construida con validación externa puede que te resulte familiar si tu identidad como emprendedor se ha convertido en la razón de todo lo que haces.
¿Te identificas con el “insecure overachiever”?
Chris Williamson describe a este perfil como alguien que vincula su valor personal a la sobreexigencia y al logro permanente. Se vive en una montaña rusa de tensión: por un lado, los logros son innegables; por otro, el precio a pagar —física y mentalmente— va haciendo mella.
A nivel psicológico, un “insecure overachiever” es una persona que, impulsada por una profunda inseguridad interna, se esfuerza constantemente por alcanzar metas ambiciosas y logra resultados sobresalientes.
Aunque su éxito puede parecer extraordinario desde fuera, está motivado más por el miedo a no ser suficiente o a defraudar que por una confianza genuina en sus capacidades.
Las personas con este perfil suelen vincular la preocupación con el rendimiento, creyendo que sin esfuerzo o presión máxima no lograrían sus objetivos o éstos no serían tan buenos como podrían ser si se esforzaran aún más.
Dos dimensiones principales:
La inseguridad interna: Impulsa a la persona a buscar constantemente la validación externa o a temer no estar a la altura.
El exceso de esfuerzo y rendimiento: Se traduce en una sobreexigencia y en la necesidad de lograr resultados por encima de lo esperado.
¿Hay una forma de rendir al máximo sin agotarte?
Reflexionando sobre el caso de David, me vinieron a la cabeza dos obras de Greg McKeown, Essentialism y Effortless, junto con la filosofía de Naval Ravikant. Ambos coinciden en que no se trata de dejar de perseguir metas ambiciosas, sino de replantear cómo las alcanzas y, sobre todo, de no convertirte en un esclavo de la validación externa.
Estas son quizá las ideas clave de este enfoque:
Redefinir el éxito: En lugar de perseguir metas para acallar tu inseguridad, alinea tus objetivos con lo que de verdad valoras.
Desacoplar esfuerzo de valor personal: Tu valía no depende de cuántas horas trabajes, sino de la calidad de lo que creas y de cómo disfrutas el proceso.
Priorización radical: Decir “no” a lo que no es esencial te protege de la hiperactividad y te concentra en lo que de verdad aporta valor.
Aceptación de la suficiencia: No todo tiene que ser sobresaliente. A veces, “suficientemente bueno” abre espacio para la creatividad y el equilibrio mental.
Validación interna: Mide tu progreso según tu propia evolución, no solo con indicadores externos o la aprobación de los demás.
Naval Ravikant, por su parte, suma la idea del desapego y la simplicidad, recordando que la paz interior es la máxima libertad. Para él, hay una diferencia esencial entre ser rico y tener riqueza (wealth):
Ser rico alude a poseer recursos financieros y bienes materiales, pero a menudo supone someterse a grandes niveles de estrés si no gestionas tu vida con equilibrio. Culturalmente, parece que hemos convertido el dinero que generamos, lo que crece nuestra empresa o tu poder adquisitivo en las principales métricas de valor personal. ¿Esas métricas marcan el éxito de verdad?
Tener riqueza (wealth), en cambio, implica un estado en el que tu tiempo y tu energía trabajan a tu favor. Naval subraya que la auténtica libertad viene de tener el tiempo disponible para elegir cómo quieres pasar tus días, sin que ningún agente externo te obligue a renunciar a esa libertad.
Naval invita a trabajar de manera inteligente —y no necesariamente más duro— usando tu creatividad y tu conocimiento para construir la vida que deseas, en lugar de encadenarte a la carrera interminable de “tener que estar siempre arriba”.
¿Quién es dueño de tu tiempo?
Hay un episodio en el documental (Episodio 4: “Un día cualquiera”) que retrata la rutina diaria de David Muñoz. Lo ves saltando de una tarea a otra, sin apenas pausas, con la sensación de que todo su tiempo y energía se subordinan a su proyecto. Prácticamente nada queda para el cuidado de su salud, para su familia o para relaciones más profundas. ¿Te suena?
Cuando llevas un negocio en crecimiento, es común experimentar esa misma “avalancha”: compromisos, llamadas, reuniones, fuegos que apagar… Pero, ¿qué pasa cuando tu identidad se limita a la productividad?... ¿A quién termina sirviendo todo ese esfuerzo?
¿Y si David Muñoz soltara “ser TOP mundial”?
Si, como él, sientes que el éxito te asfixia, quizá sea momento de replantearte si deseas seguir en esa rueda sin fin o si ha llegado la hora de reconducir tu viaje emprendedor hacia algo más sostenible. En el ejemplo de David Muñoz, eso podría implicar sacrificar algo de reconocimiento a cambio de más tranquilidad y la posibilidad de crear con pasión, sin perderse en el estrés y el agotamiento.
No es un paso fácil. Renunciar a la identidad que te ha dado prestigio y reconocimiento requiere mucho coraje. Pero quizá para algunos sea el único camino para que el éxito no se convierta en sufrimiento.
Para mí, la clave está en ser completamente honesto contigo mismo sobre lo que realmente quieres y, sobre todo, lo que ya no quieres.
Aceptar que quizá ya no te sirve esta identidad que te ha dado tanto.
A veces hace falta “matar” metafóricamente esa versión tuya tan valorada por los demás para transformarte en alguien que, más que impactar al mundo a toda costa, busque un camino interior más conectado con quien realmente eres.
Al final, me queda una pregunta rondando tras terminar documental:
¿Merece la pena ser sobresaliente si te impide vivir bien?
Quizá la verdadera grandeza no radique en escalar de manera infinita, sino en combinar la ambición de tus proyectos con el desarrollo de tu propio camino como persona.
Juan Nieto
Fundador de NEPO y especialista en dolor crónico