Cómo conseguir startups con sentido
“El lado oscuro no es más fuerte, es el camino rápido, fácil y seductor”
Yoda
En el crisol de las narrativas que han modelado nuestra conciencia, hay una esencia universal muy parecida a la que emprendemos con nuestras empresas: el viaje en busca de una recompensa. En las grandes odiseas de antaño, un príncipe, enfrentando desafíos insospechados, se hace merecedor de la mano de su amada cuando consigue doblegar al dragón. Pero lo que destaca, una y otra vez, es que lo ha de hacer de un modo concreto, venciendo sus pulsiones para dar muestra de su virtud. Al fin y al cabo, el héroe y el villano buscan el mismo objeto de deseo, es el cómo lo hacen lo que diferencia a uno y a otro.
Esta estructura se repite en mitologías y religiones, formando la columna vertebral de las historias que han configurado nuestro legado cultural. Da igual si hablamos del cielo cristiano, el Valhalla nórdico o la trascendencia budista: en todas las mitologías la recompensa final sólo puede ser alcanzada si recorremos el camino vital de acuerdo con unos valores. Estos mitos, en su esencia, proponen una forma de dar sentido a nuestra búsqueda vital. Surge entonces una reflexión: si los principios, la manera en la que hacemos las cosas, son el cauce gracias al que se articula el sentido en nuestros mitos civilizatorios, ¿no podrían también ser la brújula para dar sentido a nuestras empresas?
Desde esta óptica, podemos definir metas para nuestro emprendimiento, ya sea buscando un exit lucrativo, el reconocimiento, el éxito o un legado. Pero un objetivo, por sí solo, parece ser insuficiente para que nuestra startup tenga sentido. Si hacemos caso a lo que muestran los relatos que fundan nuestras culturas, es crucial entender que cualquier empresa requiere de principios sólidos que establezcan los límites de nuestro camino.
Ahora bien, estos principios, ¿de dónde emergen? ¿qué principios son los que hemos de seguir? En cada emprendedor, estarán determinados por nuestras creencias o nuestro modo de ver el mundo. Provienen de nuestra educación, de nuestros mentores o de nuestra herencia cultural, ya sea a través de las enseñanzas bíblicas, las máximas budistas o, en un guiño contemporáneo, la sabiduría Jedi de un Yoda ficticio. Vengan de donde vengan, necesitamos aceptar esos principios como propios y defenderlos incluso en circunstancias adversas.
Siguiendo este razonamiento, para dotar de sentido a nuestro emprendimiento, además de establecer objetivos y kpis, puede ser necesario establecer el cómo lo vamos a hacer, de acuerdo con qué valores vamos a recorrer el camino, cuáles son los límites de nuestras acciones. Pueden ser principios morales globales como los ODS, pueden ser pautas más cercanas, como velar por nuestra salud y la de nuestros empleados, cuidar a nuestra familia y amigos o respetar al prójimo y nuestro entorno. Sean los que sean, esos valores deberían ser parte del ADN de la compañía, para así ser capaz de defenderlos allí cuando la tensión los puede hacer zozobrar, incluso cuando los números no cuadran y la caja agoniza.
Lo que nos proponen los relatos antiguos es que, si mantenemos esta congruencia con nuestros valores de empresa, encontraremos un sentido más allá de la consecución de un objetivo. Contaremos siempre con la satisfacción de contribuir a lo que consideramos esencial para nosotros y nuestro entorno. Llegado el día, si el proyecto fracasa, encontraremos sentido gracias a esos valores no traicionados durante el recorrido, a nuestra contribución. Y, si resulta exitoso, la alegría será doble.
Tal vez en encontrar el propósito se reduzca a esto: no vender nuestra alma al diablo para evitar convertirnos en unos desalmados.
Jon Burguera
Ancla.life